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El Hijo Del Diablo
jueves, 14 de noviembre de 2013 | 0 Comments

Dice la gente que vive cerca de los más frondosos bosques que nunca deben atreverse a cruzarlos ni de día ni de noche solos, pues en ellos habita el diablo, quien puede valerse de todo tipo de astucias para atraer almas hasta sus dominios.
Y es que hace ya un ramillete de años, se conoció el caso de un joven de nombre Noel Ventura, quien estaba acongojado, más bien deprimido, porque sus padres trabajaban sin descanso en la ciudad y poco tiempo le dedicaban a él, quien era el único hijo de ese matrimonio.
Hubo incontables ocasiones en que tanto el padre como la madre de este joven llegaron a enfermar debido a la presión que les causaba el trabajo. Fue así en una de esas ocasiones en que su madre cayó enferma el médico les recomendó que tomen unas vacaciones, a lo cual el padre rezongó con el argumento de que no había quien se haga cargo de los negocios y que su hijo era muy joven.
Unas vacaciones era algo que no estaba en sus planes y, por ello, decidió el hombre junto a su esposa, que Noel era el único que podía disfrutar de la vacación. Tras ese razonamiento, la pareja pensó en el hermano mayor del jefe de familia, un tipo que vivía en el campo con su esposa. Ellos confiaban que, al lado de sus tíos, quienes no tenían hijos, Noel podría llegar a divertirse y a deshacerse de los síntomas de la tensión nerviosa que había heredado de sus padres, así que no dudaron en enviarlo.
Durante su estancia en el pueblo de su tío, Noel fue feliz. Aprendió a montar, a pescar, a arar en el campo, a ordeñar las vacas y a cortar leña, aunque su única pasión era cabalgar mientras su tío lo acompañaba. Después de comer se les hizo costumbre salir de paseo por el campo, iban entretenidos en largas y amenas charlas, pero sólo hasta donde empezaba el bosque, lugar donde su tío siempre lo obligaba a retroceder, regresar o sólo cambiar de rumbo.
Cuando en una de ésas, el joven preguntó a su tío por qué no podían ir más allá, éste le dijo que adentrarse en el bosque era peligroso, pues guarda secretos que nadie debe descubrir. Eso fue todo, pero Noel no se conformó con la respuesta y, cierta noche, decidió que, estando solo, descubriría qué había allí.
Al cabo de un tiempo, el tío enfermó y, al verse solo, el jovenzuelo trazó sus planes. Había ido a visitar al convaleciente al hospital y allí su tía le dijo que los animales debían ser alimentados y las plantas regadas. Para llegar a la casa, Noel caminó como 50 cuadras y se hizo cargo de esas tareas, pero luego, ya de noche, aprovechando que ya nadie le diría hasta dónde podía llegar, montó hasta el punto en que retrocedían.
Entonces, cuando pasó el límite no encontró nada, ningún indicio fuera de lo normal, ni un ruido, y como ya era muy tarde decidió salir de allí. Pero ya cuando estaba casi por marcharse, algo le hizo cambiar de parecer: el llanto de un bebé se escuchaba claramente desde algún lugar del bosque.
El llanto parecía surgir detrás de su espalda, se dirigió a buscarlo lentamente, temeroso de que alguien pudo abandonar a un niño, y realmente algo estaba allí, al parecer, era un recién nacido sobre una manta blanca debajo de un árbol.
Descubrió que allí había un bebe de carne y hueso y que lloraba desconsoladamente. Bajó de su caballo y lo tomó entre sus brazos, en principio era hermoso, de pelo enrulado y ojos verdes, pero en cuanto abrió su boca, de sus labios florecieron enormes colmillos y una risa de ultratumba, que estremeció a cuanto árbol había en el lugar. Los pelos de su cuerpo se erizaron.
“Tu tío va a morir”, le dijo antes de que lo lance y huya en el lomo de su caballo, mientras el pequeño demonio se incorporó. Al llegar a casa, bajó del caballo y se encerró toda la noche. Él está entre nosotros, dijo sobre el techo el demonio. Pero Noel no le creyó, hasta que al día siguiente encontró a su tío muerto en el hospital.

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